jueves, 4 de julio de 2013

04/07/89

Supongo que ésta es una de ésas ocasiones en las que debo obligarte a sonreír.
¿Lo recuerdas...?

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Era de noche, más o menos las diez y media. Miré lánguida por la ventanilla sintiendo la pena oprimiéndome el pecho. Pese a que no había tenido más remedio lo que menos había deseado era tener que separarme de ti aunque fuese por poco tiempo.

Había empezado a atardecer hacía bastante, una hora o quizás más, pero aún así el cielo todavía conservaba algunas notas de luz allá en su punto más bajo reluciendo en verde y azur hasta fundirse en el negro profundo que sólo el firmamento nos brinda tras la caida del sol. No había nubes, ninguna voluta de vapor manchaba el apacible y monótono retablo de las primeras horas nocturnas, ni tampoco núcleos urbanos que tiñesen de ámbar y gris las dos únicas cosas bellas que aquel momento me ofrecía: la Luna y, curiosamente, sólo una estrella.

Durante un rato las observé sin más dejando pasar el tiempo. De vez en cuando comprobaba el móvil para ver si recibía alguna notificación si bien no tardaba mucho en volver a posar la mirada sobre los dos astros.

Y de pronto, no sé por qué, mi mente decidió volver a funcionar. Mi cerebro volvió a ser consciente del mundo sin limitarse a esperar la llegada a Coruña. Me fijé en la sonrisa de la luna, hacía poco que había entrado en cuarto creciente a juzgar por el grosor de la misma. Reparé en la cercanía de la estrella, a su vez tan lejos de la anterior. Y también me percaté de la ausencia de los millones de astros que pueblan nuestro firmamento.

Me pregunté por qué sólo podía ver aquellos dos detalles mientras que, habitualmente, por la noche el cielo se puebla de cientos de estrellas, y no supe qué responderme. 

Quizás fuese tan sólo un capricho de las nubes, camaleónicas, o un juego de las estrellas, ocultándose y aguardando a que Catalina las encontrase para que fuese otra quien contase hasta diez. Tal vez aquélla que brillaba había sido la primera víctima del juego infantil.

Yo sólo sé que nos recordaron a nosotros, a ti y a mí, a un dragón y a su amazona.

Algunos dicen que nuestros destinos están sellados, predeterminados. Otros dicen que somos dueños del camino que decidimos recorrer. No sé si era casualidad que sólo esos dos astros bailasen en el firmamento cada vez más pintado de carbón, pero brillaron para mí. Y brillaban también para ti, mirases o no por tu ventana.

Estábamos juntos bajo el mismo cielo, las dos figuras nos observaban velando por nosotros, distantes y a la vez a tan sólo un paso si hubiese caminado sobre el cristal. Eran como nosotros, condenados a separarse pero con la suficiente fuerza como para no apagarse sin luchar.

Las observé hasta que acabó mi viaje, y les lancé una última mirada antes de dormir. Cada vez que vuelvo a mirar al cielo me pregunto cuál de todas ésas será la estrella que vi aquel día, por qué fue ella a quien vi junto a Catalina.
Lo que me consuela es saber que, aunque no la encuentre, aunque no sepa cuál es de entre todas sus hermanas, esa estrella seguirá brillando ahí arriba como tú brillas para mí. 
Lo que me alegra es saber que, aquella noche, durante aquel viaje a Coruña,  la estrella y la Luna fueron la pareja más bella que pudo haber sobre la Tierra.

Y lo que sé, papá dragón, es que tú y yo no tenemos por qué tener envidia de ellas.

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Una familia no se crea, nace, y tú ya eres parte de la mía.Y por muchos años más.

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Feliz vigésimo cuarto cumpleños 

2 comentarios:

  1. Me encanta amor mio^^. Te amo Sheila

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    1. Ñaaaa <3 Me alegro de que te haya gustado, hacía mucho que no me ponía a escribir >3< Te quiero mi vida <3

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